jueves, 2 de abril de 2020

44. La Casa En Mango Street - Sandra Cisneros.

1. Acuérdate de seguir escribiendo, Esperanza. Debes continuar escribiendo. Te hará libre, y yo dije sí, pero en ese momento no sabía lo que quería decirme.

2. Y entonces comenzamos a soñar los sueños.

3. Pero yo digo que las enfermedades no tienen ojos. Señalan con su dedo loco a cualquiera, nomás a cualquiera. A veces uno se acostumbra a los enfermos y a veces a la enfermedad, la cual, si se queda demasiado tiempo, se vuelve natural.

4. Sally, ¿no deseas a veces no tener que ir a casa?, ¿no te gustaría
que un día tus pies siguieran caminando y te llevaran lejos de Mango Street, muy lejos, y quizá tus pies se detendrían frente a una casa bonita, con flores y grandes ventanas y escalones para que los subas de dos en dos hasta arriba donde te espera una recámara? Y si abrieras la manija de la ventanita y le dieras un empujón las ventanas se abrirían de pronto y todo el cielo entraría. No habría vecinos metiches mirando, ni motocicletas y coches, ni sábanas y toallas y lavandería. Sólo árboles y más árboles y chorros de cielo azul. Y podrías reír, Sally. Podrías dormirte y despertar sin tener que pensar nunca en quién te quiere y quién no. Podrías cerrar los ojos sin preocuparte de lo que dice la gente porque después de todo tú nunca fuiste de aquí y nadie te pondría triste y nadie pensaría que eres rara sólo porque te gusta soñar y soñar. Y nadie podría gritarte si te vieran afuera en lo oscuro inclinada sobre un carro, inclinada sobre alguien sin que alguien piense que eres mala, sin que alguien diga que está mal, sin que el mundo entero espere a que cometas un error cuando todo lo que querías, todo lo que tú querías, Sally, era amar y amar y amar y amar, y nadie podría llamar a eso una locura.

5. Quiero una casa en una colina como aquéllas con los jardines donde trabaja Papá. Los domingos vamos. Es el día libre de Papá. Yo iba antes. Ya no. No te gusta salir con nosotros, dice Papá, ¿te estás haciendo demasiado vieja? Se está creyendo la divina garza, dice Nenny. Lo que no les digo es que me da vergüenza –todos nosotros mirando por la ventana como los hambrientos. Estoy harta de ver y ver lo que no puedo tener. Cuando ganemos la lotería..., empieza a decir Mamá y entonces dejo de escuchar.
La gente que vive en las colinas duerme tan cerca de las estrellas que olvida a los que vivimos demasiado pegados a la tierra. No miran hacia abajo excepto para sentirse contentos de vivir en las colinas.
No se tienen que preocupar por la basura de la semana pasada ni por
temor a las ratas. Llega la noche. Nada los despierta como no sea el
viento.
Un día voy a tener mi casa propia, pero no olvidaré quién soy ni de dónde vengo. Los vagos que pasen preguntarán, ¿puedo entrar? Yo les ofreceré el ático, les diré que se queden porque yo sé lo que es no tener casa.
Algunos días, después de la cena, mis huéspedes y yo nos sentaremos frente a la chimenea. Las duelas del piso más alto rechinarán.
El ático gruñirá.
¿Ratas?, preguntarán mis huéspedes.
Vagos, diré yo, y seré feliz.

6. Yo pude haber sido alguien, ¿sabes?, dice mi madre y suspira. Toda su vida ha vivido en esta ciudad. Sabe dos idiomas. Puede cantar una ópera. Sabe reparar la tele. Pero no sabe qué metro tomar para ir al centro. La tomo muy fuerte de la mano mientras esperamos a que llegue el tren.
Cuando tenía tiempo dibujaba. Ahora dibuja con hilo y aguja, pequeños botones de rosa, tulipanes de hilo de seda. Algún día le gustaría ir al ballet. Algún día, también, a ver una obra de teatro. Pide discos de ópera en la biblioteca pública y canta con pulmones aterciopelados y poderosos como glorias azules.
Hoy, mientras cuece la avena, es Madame Butterfly hasta que suspira y me señala con la cuchara de palo. Yo pude haber sido alguien, ¿sabes? Ve a la escuela, Esperanza. Estudia macizo. Esa Madame Butterfly era una tonta. Menea la avena. Fíjate en mis comadres. Se refiere a Izaura, cuyo marido se largó, y a Yolanda, cuyo marido está muerto. Tienes que cuidarte solita, dice moviendo la cabeza.
Y luego, nada más porque sí:
La vergüenza es mala cosa, ¿sabes? No te deja levantarte. ¿Sabes por qué dejé la escuela? Porque no tenía ropa bonita. Ropa no, pero cerebro sí. ¡Ufa!, dice disgustada, meneando de nuevo. Yo entonces era bien águila.

7. Mentiste, Sally. No fue lo que tú dijiste que era. Lo que hizo. Donde me tocó. Yo no lo quise, Sally. Del modo en que lo dijeron, del modo que debe de ser, todos los libros de cuentos y las películas, ¿por qué me mintieron?
Yo estaba esperando cerca de los payasos rojos. Estada parada junto a la vuelta al mundo donde tú dijiste. Y además a mí no me gustan los carnavales. Yo fui por acompañarte porque te ríes en la vuelta al mundo, echas tu cabeza para atrás y te ríes. Te guardo el cambio, agito la mano saludándote, cuento las veces que pasas. Esos muchachos que te miran porque eres bonita. Me gusta estar contigo, Sally. Eres mi amiga.
Pero ese muchacho grandote, ¿dónde te llevó? Esperé eternidades. Esperé al lado de los payasos rojos, como tú dijiste, pero nunca apareciste, nunca viniste por mí.
Sally, Sally cien veces. ¿Por qué no me oíste cuando te llamé? ¿Por qué no les dijiste que me soltaran? El que me agarró del brazo no me dejaba ir. Me dijo I love you, Spanish girl, I love you, y apretó su boca agria contra la mía.
Detenlo, Sally. No pude correrlos. No podía hacer otra cosa que llorar. No recuerdo. Estaba oscuro. No recuerdo. No recuerdo. Por favor no me hagas contarlo todo. ¿Por qué me dejaste sola? Esperé toda la vida. Eres una mentirosa. Todos mintieron. Todos los libros y las revistas, todos lo dijeron chueco. Sólo sus uñas sucias contra mi piel, sólo su olor agrio otra vez. La luna me miraba. La vuelta al mundo. Los payasos rojos riendo su risa de lengua gruesa.
Entonces los colores comenzaron a girar. El horizonte se ladeó.
Tenis negros huyeron. Sally, tú mentiste, tú mentiste. No me dejaba ir.
Dijo I love you, I love you, Spanish girl.