
El secreto, según Chiang, consistía en que Juan dejase de verse así mismo como prisionero de un cuerpo limitado (...) El secreto era saber que su naturaleza vivía, con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del espacio y el tiempo. (...)
Si quieres podemos empezar a trabajar con el tiempo - dijo Chiang-, hasta que logres volar por el pasado y el futuro. Y entonces, estarás preparado para empezar lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo. Estarás preparado para subir y comprender el significado de la bondad y el amor.

-Tu cuerpo entero, de extremo a extremo- diría Juan en otras ocasiones-, no es más que tu propio pensamiento, en una forma que puedes ver. Rompe las cadenas de tu pensamiento, y romperás también las cadenas de tu cuerpo.
3. Rafael suspiró, pero prefirió no discutir. -Creo que te echaré de menos, Juan- fue todo lo que dijo.
-¡Rafa, qué vergüenza! -dijo Juan reprochándole-. ¡No seas necio! ¿Qué intentamos practicar todos los días? ¡Si nuestra amistad depende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermanadad! Pero supera el espacio, y nos quedará sólo un Aquí. Supera el tiempo, y nos quedará sólo un Ahora. Y entre el Aquí y el Ahora, ¿No crees que podremos volver a vernos un par de veces?
Rafael Gaviota tuvo que soltar una carcajada.
-Estás hecho un pájaro loco -dijo tiernamente-.
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