domingo, 19 de abril de 2015

1. El Tiempo Entre Costuras - Maria Dueñas.

1. «Larga y escarpada es la senda de la vida. No todos llegan hasta el ansiado final, allí donde esperan el éxito y la fortuna. Muchos quedan en el camino: los inconstantes, los débiles de carácter, los negligentes, los ignorantes, los que confían sólo en la suerte, olvidando que los triunfos más resonantes y ejemplares fueron forjados a fuerza de estudio, perseverancia y voluntad. Y cada hombre puede elegir su destino ¡Decídalo!».
2. Yo ya he cumplido mi ciclo, tal vez un poco antes de tiempo, ciertamente, pero ya no tengo ni ganas ni fuerzas para pelear por una vida nueva. Cuando uno emprende un cambio así, debe hacerlo con sueños y esperanzas, con ilusiones. Irse sin ellos es sólo escapar, y yo no tengo intención de huir a ningún sitio; prefiero quedarme aquí y enfrentarme de cara a lo que venga.
3. Y descubrí también, con la más inmensa desazón, que en cualquier momento y sin causa aparente, todo aquello que creemos estable puede desajustarse, desviarse, torcer su rumbo y empezar a cambiar.

4. Uno de los efectos del enamoramiento loco y obcecado es que anula los sentidos para percibir lo que acontece a tu alrededor. Corta al ras la sensibilidad, la capacidad para la percepción. Te obliga a concentrar tanto la atención en un ser único que te aísla del resto del universo, te aprisiona dentro de una coraza y te mantiene al margen de otras realidades aunque éstas transcurran a dos palmos de tu cara.
5. —Pero él me quería...
Sonrió el comisario con un punto de amargura mezclada con algo parecido a la compasión.
—Eso dicen todos los de su calaña. Mire, señorita, no se engañe: los tipos como Arribas sólo se quieren a sí mismos. Pueden ser afectivos y parecer generosos; suelen ser encantadores, pero a la hora de la verdad sólo les interesa su propio pellejo y, a la primera que las cosas se ponen un poco oscuras, salen escopeteados y saltan por encima de lo que haga falta con tal de no ser cogidos en un renuncio. Esta vez la gran perjudicada ha sido usted; mala suerte, ciertamente. Yo no dudo que él la estimara, pero un buen día le surgió otro proyecto mejor y usted se transformó para él en una carga que no le interesaba arrastrar. Por eso la dejó, no le dé más vueltas. Usted no tiene la culpa de nada, pero poco podemos hacer ya nosotros por enmendar lo irreversible.
6. La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan sólo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, mi normalidad. (...) La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.
7. Decidí que la tuberculosis tal vez pudiera machacar mi cuerpo, pero no mi espíritu, así que opté por mantener fuera de mi pensamiento la idea de que era una enferma.
8. A veces, los límites de las cosas son elásticos e imprecisos, que pueden moverse, desdibujarse o diluirse hasta desaparecer como la tinta en el agua.
9. No parecía, sin embargo, un hombre resentido: era demasiado racional como para permitir que sus vísceras agarraran el mando de su vida.
10. Erré, como casi siempre se yerra cuando construimos preconcepciones a partir del frágil sustento de una simple acción o unas cuantas palabras.
11.Una carcajada tan fría como el filo de mis tijeras rasgó el salón de punta a punta.
12. No dijo ni sí ni no, pero la afirmación quedó meciéndose en el aire, suspendida entre los acordes del bolero.
13. —Duérmete. Ya falta menos —susurró.
Empecé a caer en un pozo oscuro y agitado en el que reviví escenas recientes pasadas por el filtro de la deformación.
14.—Ahora se dedica a los negocios, me informó el propio Da Silva.
Recibió mi explicación con una risa irónica.
—No seas ingenua, Sira. La palabra «negocios» en estos días es como un gran paraguas negro que puede tapar cualquier cosa.
15. Nuestros destinos pudieron ser éstos o pudieron ser otros del todo distintos porque lo que de nosotros fue en ningún sitio quedó recogido. Tal vez ni siquiera llegamos a existir. O quizá sí lo hicimos, pero nadie percibió nuestra presencia. Al fin y al cabo, nos mantuvimos siempre en el envés de la historia, activamente invisibles en aquel tiempo que vivimos entre costuras.

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