jueves, 23 de abril de 2015

5. El Retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde.

1. -Las buenas influencias no existen, señor Gray. Toda influencia es inmoral; inmoral desde el punto de vista científico.
-¿Por qué?
-Porque influir en una persona es darle la propia alma. Esa persona deja de pensar sus propias ideas y de arder con sus pasiones. Sus virtudes dejan de ser reales. Sus pecados, si es que los pecados existen, son prestados. Se convierte en eco de la música de otro, en un actor que interpreta un papel que no se ha escrito para él. La finalidad de la vida es el propio desarrollo. Alcanzar la plenitud de la manera más perfecta posible, para eso estamos aquí. En la actualidad las personas se tienen miedo. Han olvidado el mayor de todos los deberes, lo que cada uno se debe a sí mismo. Son caritativos, por supuesto. Dan de comer al hambriento y visten al pordiosero. Pero sus almas pasan hambre y ellas mismas están desnudas. Nuestra raza ha dejado de tener valor. Quizá no lo haya tenido nunca. El miedo a la sociedad, que es la base de la moral; el miedo a Dios, que es el secreto de la religión: ésas son las dos cosas que nos gobiernan. Y, sin embargo... (...) creo que si un hombre viviera su vida de manera total y completa, si diera forma a todo sentimiento, expresión a todo pensamiento, realidad a todo sueño..., creo que el mundo recibiría tal empujón de alegría que olvidaríamos todas las enfermedades del medievalismo y regresaríamos al ideal heleno; puede que incluso a algo más delicado, más rico que el ideal heleno. Pero hasta el más valiente de nosotros tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje resurge trágicamente con la propia negación que desfigura nuestras vidas. Se nos castiga por nuestras negaciones. Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Que el cuerpo peque una vez, y se habrá librado de su pecado, porque la acción es un modo de purificación. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o el remordimiento de una lujuria. La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se cometen los grandes pecados.
2. ¡Ah, me gustaría que me dijera usted cómo volver a ser joven!
Lord Henry meditó unos instantes.
-¿Recuerda usted algún gran error que cometiera en sus primeros tiempos, duquesa? -preguntó mirándola desde el otro lado de la mesa.
-Muchos, por desgracia -exclamó ella.
-Pues vuelva a cometerlos -dijo él con gravedad-. Para recuperar la juventud, basta con repetir las mismas locuras.
3. -¿Se alegra de haberme conocido, señor Gray?-dijo lord Henry, mirándolo.
-Sí, ahora sí. Me pregunto si me alegraré siempre.
-¡Siempre! Terrible palabra. Hace que me estremezca cuando la oigo. Las mujeres son tan aficionadas a usarla. Echan a perder todas las historias de amor intentando que duren para siempre. Es, además, una palabra sin sentido. La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el capricho dura un poco más.
4. Pero la belleza, la belleza auténtica, termina donde empieza el aire intelectual. El intelecto es, por sí mismo, un modo de exageración, y destruye la armonía de cualquier rostro. En el momento en que alguien se sienta a pensar, todo él se convierte en nariz o en frente o en algo espantoso.
5. -La risa no es un mal principio para una amistad y, desde luego, es la mejor manera de terminarla.
6. Elijo a mis amigos por su apostura, a mis conocidos por su buena reputación y a mis enemigos por su inteligencia. Todos debemos tener cuidado al escoger a nuestros enemigos. No tengo ni uno solo que sea estúpido. Todos son personas de cierta talla intelectual y, en consecuencia, me aprecian.
7. Detrás de todas las cosas exquisitas hay algo trágico.
8. Las mujeres corrientes no se quedan grabadas en nuestra imaginación. Están ancladas en su siglo. La fascinación nunca las transfigura. Se sabe lo que tienen en la cabeza con la misma facilidad que si se tratara del sombrero. Siempre se las encuentra. No hay misterio en ninguna de ellas. Van a pasear al parque por la mañana y charlan por la tarde en reuniones donde toman el té. Tienen una sonrisa estereotipada y los modales del momento. No hay nada en ellas que no podamos saber.
9. Mi querido muchacho, las personas que sólo aman una vez en la vida son realmente las personas superficiales. A lo que ellos llaman su lealtad, y su fidelidad, yo lo llamo sopor de rutina o falta de imaginación. La fidelidad es a la vida de las emociones lo que la coherencia a la vida del intelecto: simplemente una confesión de fracaso. ¡Fidelidad! Tengo que analizarla algún día. La pasión de la propiedad está en ella. Hay muchas cosas de las que nos desprenderíamos si no tuviéramos miedo de que otros las recogieran.
10. Cuando se está enamorado, empiezas por engañarte a ti mismo y acabas engañando a los demás. Eso es lo que el mundo llama una historia romántica.
11. Tú me has dicho a menudo que son las personalidades, no los principios, lo que mueve nuestra época.
12. Se empeña en darme buenos consejos.
Lord Henry sonrió.
-A la gente le encanta regalar lo que más necesita. Es lo que yo llamo el insondable abismo de la generosidad.
13. El pecado que hemos cometido una vez, y con amargura, lo repetiremos muchas veces, y con alegría.
14. Su repentino e insensato amor por Sybil Vane era un fenómeno psicológico de interés nada desdeñable. Sin duda, la curiosidad tenía mucho que ver con ello; la curiosidad y el deseo de nuevas experiencias; no se trataba, sin embargo, de una pasión simple sino muy complicada. Lo que había en ella de instinto adolescente puramente sensual había sido transformado gracias a la actividad de la imaginación, transformado en algo que al muchacho mismo le parecía alejado de los sentidos y que era, por esa misma razón, mucho más peligroso. Las pasiones sobre cuyo origen uno se engaña son las que más tiranizan. Nuestras pasiones más débiles son aquellas cuya naturaleza conocemos. Cuántas veces sucedía que, al creer que se experimenta sobre otros, experimentamos en realidad sobre nosotros mismos.
15. -Ser bueno es estar en armonía con uno mismo -replicó lord Henry, tocando el delicado pie de la copa con dedos muy blancos y finos-. Lo contrario es verse forzado a estar en armonía con otros. La propia vida..., eso es lo importante. En cuanto a la vida de nuestros vecinos, si uno quiere ser un hipócrita o un puritano, podemos hacer alarde de nuestras ideas sobre moral, pero en realidad esas personas no son asunto nuestro. Por otra parte, las metas del individualismo son las más elevadas. La moralidad moderna consiste en aceptar las normas de la propia época. Pero yo considero que, para un hombre culto, aceptar las normas de su época es la peor inmoralidad.
-Pero, por supuesto, si uno vive tan sólo para uno mismo, ha de pagar un precio terrible por hacerlo, ¿no es cierto, Harry? -preguntó el pintor.
-Sí, en los tiempos que corren se nos cobra excesivamente por todo. Tengo la impresión de que la verdadera tragedia de los pobres es que no pueden permitirse nada excepto renunciar a sí mismos. Los pecados hermosos, como los objetos hermosos, son el privilegio de los ricos.
-Hay que pagar de otras maneras además de con dinero.
-¿De qué maneras, Basil?
-Imagino que con remordimientos, sufriendo..., bueno, dándose cuenta de la degradación.
Lord Henry se encogió de hombros.
-Amigo mío, el arte medieval es encantador, pero las emociones medievales están anticuadas. Se las puede utilizar en las novelas, por supuesto. Pero las cosas que se pueden utilizar en la narrativa son las que han dejado de usarse en la vida real. Créeme, ningún hombre civilizado se arrepiente nunca de un placer, y los no civilizados nunca llegan a saber qué es un placer.
-Yo sé lo que es el placer -exclamó Dorian Gray-. Adorar a alguien.
-Sin duda eso es mejor que ser adorado -respondió lord Henry, jugueteando con una fruta-. Ser adorado es muy molesto. Las mujeres nos tratan como la humanidad trata a sus dioses. Nos rinden culto y están siempre molestándonos para que hagamos algo por ellas.
-Yo diría que cualquier cosa que piden nos la han dado antes -murmuró el muchacho con mucha seriedad-. Crean el amor en nuestra alma. Tienen derecho a pedir correspondencia.
-Eso es completamente cierto -exclamó Hallward.
-Nada es completamente cierto -dijo lord Henry.
-Esto sí -le interrumpió Dorian-. Has de admitir, Harry, que las mujeres entregan a los hombres el oro mismo de sus vidas.
-Es posible -suspiró el otro-,pero inevitablemente lo reclaman en calderilla. Ése es el problema. Las mujeres, como dijo en cierta ocasión un francés con mucho ingenio, despiertan en nosotros el deseo de producir obras maestras, pero luego nos impiden siempre llevarlas a cabo.
-¡Eres horrible, Harry! No sé por qué te tengo tanto afecto.
-Me lo tendrás siempre -replicó lord Henry-. (...) Sí, Dorian, siempre me tendrás afecto. Represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el valor de cometer.
16. - Es imposible que lo apruebes. Se trata sólo de un capricho.
-Yo ya no apruebo ni desapruebo nada. Es una actitud absurda ante la vida. No se nos pone en el mundo para airear nuestros prejuicios morales. Nunca doy la menor importancia a lo que dice la gente vulgar, y nunca interfiero con lo que hacen las personas encantadoras. Si una personalidad me fascina, cualquier modo de expresión que elija me parecerá delicioso.
17. -El placer es la única cosa sobre la que merece la pena elaborar una teoría -respondió lord Henry separando bien las palabras con su voz melodiosa-. Pero mucho me temo que no me puedo atribuir esa teoría como propia. No me pertenece a mí, pertenece a la Naturaleza. El placer es el signo de aprobación de la Naturaleza. Cuando somos felices siempre somos buenos, pero cuando somos buenos no siempre somos felices.
18. -La razón de que nos guste pensar bien de los demás es que tenemos miedo a lo que pueda sucedernos. La base del optimismo es el terror. Pensamos que somos generosos porque atribuimos a nuestro vecino las virtudes que más pueden beneficiarnos.
19. -Dorian no está nunca disgustado conmigo -respondió-. He hecho la pregunta por la mejor de las razones, por la única razón, a decir verdad, que disculpa de hacer cualquier pregunta: la simple curiosidad.
20. El verdadero inconveniente del matrimonio es que mata el egoísmo. Y las personas sin egoísmo son incoloras. Carecen de individualidad.
21. Organizarse muy bien la vida, creo yo, es el objeto de la existencia humana.
22. No he sido nunca tan feliz. Ya sé que es repentino; todo lo realmente delicioso lo es.
23. -Sí -exclamó-; has matado mi amor. Eras un estímulo para mi imaginación. Ahora ni siquiera despiertas mi curiosidad. No tienes ningún efecto sobre mí. Te amaba porque eras maravillosa, porque tenías genio e inteligencia, porque hacías reales los sueños de los grandes poetas y dabas forma y contenido a las sombras del arte. Has tirado todo eso por la ventana. Eres superficial y estúpida. ¡Cielo santo! ¡Qué loco estaba al quererte! ¡Qué imbécil he sido! Ya no significas nada para mí. Nunca volveré a verte. Nunca pensaré en ti. Nunca mencionaré tu nombre. No te das cuenta de lo que representabas para mí. Pensarlo me resulta intolerable. ¡Quisiera no haberte visto nunca! Has destruido el romanticismo de mi vida. ¡Qué poco sabes del amor si dices que ahoga el arte! Sin el arte no eres nada. Yo te hubiera hecho famosa, espléndida, deslumbrante. El mundo te hubiera adorado, y habrías llevado mi nombre. Pero, ahora, ¿qué eres? Una actriz de tercera categoría con una cara bonita.
Sibyl palideció y empezó a temblar. Juntó las manos, apretándolas mucho, y dijo, con una voz que se le perdía en la garganta:
-No hablas en serio, ¿verdad, Dorian? -murmuró-. Estás actuando.
-¿Actuando? Eso lo dejo para ti, que lo haces tan bien -respondió él con amargura.
Alzándose de donde se había arrodillado y, con una penosa expresión de dolor en el rostro, la muchacha cruzó la habitación para acercarse a él. Le puso la mano en el brazo, mirándole a los ojos. Dorian la apartó con violencia.
-¡No me toques! -gritó.
A Sibyl se le escapó un gemido apenas audible mientras se arrojaba a sus pies, quedándose allí como una flor pisoteada.
-¡No me dejes, Dorian! -susurró-.
(...) -Me voy -dijo por fin, con voz clara y tranquila-. No quiero parecer descortés, pero me será imposible volver a verte. Me has decepcionado.
Sibyl lloraba en silencio, pero no respondió; tan sólo se arrastró, para acercarse más a Dorian. Extendió las manos ciegamente, dando la impresión de buscarlo. El muchacho se dio la vuelta y salió de la habitación. Unos instantes después había abandonado el teatro.
24. Sucede con frecuencia que las tragedias reales de la vida ocurren de una manera tan poco artística que nos hieren por lo crudo de su violencia, por su absoluta incoherencia, su absurda ausencia de significado, su completa falta de estilo. Nos afectan como lo hace la vulgaridad. Sólo nos producen una impresión de fuerza bruta, y nos rebelamos contra eso. A veces, sin embargo, cruza nuestras vidas una tragedia que posee elementos de belleza artística. Si esos elementos de belleza son reales, todo el conjunto apela a nuestro sentido del efecto dramático. De repente descubrimos que ya no somos los actores, sino los espectadores de la obra. O que somos más bien las dos cosas. Nos observamos, y el mero asombro del espectáculo nos seduce.
25. El secreto para conservar la juventud es no permitirse ninguna emoción que nos entristezca.
26. Sólo hay dos clases de personas realmente fascinantes: las que lo saben absolutamente todo y las que no saben absolutamente nada.
27. Los hijos comienzan la vida amando a sus padres; al hacerse mayores, los juzgan, y en ocasiones los perdonan.
28. Jim fruncía el ceño de cuando en cuando al sorprender la mirada inquisitiva de algún desconocido. Sentía, ante las miradas insistentes, el desagrado que los genios sólo conocen ya tarde en la vida, y que siempre acompaña a las personas corrientes.
29. Hay cierta lujuria en el autoreproche. Cuando nos culpamos sentimos que nadie más tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, no el sacerdote, lo que nos da la absolución.
30. Las emociones de las personas que se ha dejado de amar siempre tienen algo de ridículo.
31. Las mujeres, además, estaban mejor preparadas para el dolor. Vivían de sus emociones.
32. Las mujeres se defienden atacando, como también atacan mediante repentinas y extrañas rendiciones-.
33. En el momento en que ella tocó la vida real, desapareció el encanto, esto la acabó, y ella destrozó la vida, y por eso murió.
34. -La vida te lo reserva todo, Dorian. No hay nada que no seas capaz de hacer, con tu maravillosa belleza.
-Pero supongamos, Harry, que me volviera ojeroso y viejo y me llenara de arrugas. ¿Qué sucedería entonces?
-Ah -dijo lord Henry, poniéndose en pie para marcharse-, en ese caso, mi querido Dorian, tendrías que luchar por tus victorias. De momento, se te arrojan a los pies. No; tienes que seguir siendo como eres. Vivimos en una época que lee demasiado para ser sabia y que piensa demasiado para ser hermosa. No podemos pasarnos sin ti.
35. Si el pensamiento influía sobre un organismo vivo, ¿no cabía también que ejerciera esa influencia sobre cosas muertas e inorgánicas? Más aún, ¿no era posible que, sin pensamientos ni deseos conscientes, cosas externas a nosotros vibraran en unión con nuestros estados de ánimo y pasiones, átomo llamando a átomo en un secreto amor de extraña afinidad?
36. Las personas que me han adorado (no han sido muchas, pero sí algunas), siempre han insistido en seguir viviendo después de que yo dejase de quererlas y ellas dejaran de quererme a mí. Se han vuelto corpulentas y tediosas, y cuando me encuentro con ellas se lanzan inmediatamente a los recuerdos. ¡Ah, esa terrible memoria de las mujeres! ¡Qué cosa más espantosa! ¡Y qué total estancamiento intelectual revela! Se deben absorber los colores de la vida, pero nunca recordar los detalles. Los detalles siempre son vulgares.
37. En una ocasión no llevé más que violetas durante toda una temporada, a manera de luto artístico por una historia de amor que no acababa de morir. A la larga, terminó por hacerlo. No recuerdo ya qué fue lo que la mató. Probablemente, su propuesta de sacrificar por mí el mundo entero. Ése es siempre un momento terrible. Le llena a uno con el terror de la eternidad.
38. Me encontré cenando junto a la dama de quien te hablo, e insistió en revisar toda la historia, en desenterrar el pasado y en remover el futuro. Yo había sepultado mi amor bajo un lecho de asfódelos. Ella lo sacó de nuevo a la luz, asegurándome que había destrozado su vida. Me veo obligado a señalar que procedió a devorar una cena copiosísima, de manera que no sentí la menor ansiedad. Pero, ¡qué falta de buen gusto la suya! El único encanto del pasado es que es el pasado. Pero las mujeres nunca se enteran de que ha caído el telón. Siempre quieren un sexto acto, y tan pronto como la obra pierde interés, sugieren continuarla. Si se las dejara salirse con la suya, todas las comedias tendrían un final trágico, y todas las tragedias culminarían en farsa. Son encantadoramente artificiales, pero carecen de sentido artístico.
39. -Mucho me temo que las mujeres aprecian la crueldad, la crueldad pura y simple, más que ninguna otra cosa. Tienen instintos maravillosamente primitivos. Las hemos emancipado, pero siguen siendo esclavas en busca de dueño. Les encanta que las dominen.
40. Desde el momento en que te conocí, tu personalidad ha tenido sobre mí la más extraordinaria de las influencias. Has dominado mi alma, mi cerebro, mis energías. Te convertiste en la encarnación tangible de ese ideal nunca visto cuyo recuerdo obsesiona a los artistas como un sueño inefable. Te idolatraba. Sentía celos de todas las personas con las que hablabas. Te quería para mí solo. Sólo era feliz cuando estaba contigo. Y cuando te alejabas de mí seguías presente en mi arte... Por supuesto nunca te hice saber nada de todo eso. Hubiera sido imposible. No lo habrías entendido. Apenas lo entendía yo. Sólo sabía que había visto la perfección cara a cara, y que, ante mis ojos, el mundo se había convertido en algo maravilloso; demasiado maravilloso, quizá, porque en una adoración tan desmesurada existe un peligro, el peligro de perderla, no menos grave que el de conservarla... Pasaron semanas y semanas, y yo estaba cada día más absorto en ti.
41. No hables de cosas horribles. Basta con no hablar de algo para que no haya sucedido nunca. Como dice Harry, el hecho de expresarlas es lo que da realidad a las cosas.
42. -No me hables de esas cosas. Lo que está hecho, está hecho. Lo pasado, pasado está.
-¿Al día de ayer le llamas el pasado?
-¿Qué tiene que ver el lapso de tiempo transcurrido? Sólo las personas superficiales necesitan años para desechar una emoción. Un hombre que es dueño de sí mismo pone fin a un pesar tan fácilmente como inventa un placer. No quiero estar a merced de mis emociones. Quiero usarlas, disfrutarlas, dominarlas.
43. Me haces pensar en una historia que me contó Harry acerca de cierto filántropo que se pasó veinte años tratando de rectificar un agravio o de cambiar una ley injusta, no recuerdo exactamente de qué se trataba. Finalmente lo consiguió, y su decepción fue inmensa. Como no tenía absolutamente nada que hacer, casi se murió de ennui (aburrimiento), convirtiéndose en un perfecto misántropo.
44. Convertirse en el espectador de la propia vida, como dice Harry, es escapar a sus sufrimientos.
45. Y todo había sido, como conviene al arte, inconsciente, ideal y remoto...
46. El pecado es algo que los hombres llevan escrito en la cara. No se puede ocultar. La gente habla a veces de vicios secretos. No existe tal cosa. Si un pobre desgraciado tiene un vicio, lo denuncian las arrugas de la boca, la caída de los párpados, incluso la forma de las manos.
47. El culto de los sentidos ha sido censurado con frecuencia y con mucha justicia, porque al ser humano su naturaleza le hace sentir un terror instintivo ante pasiones y sensaciones que le parecen más fuertes que él, y que es consciente de compartir con formas inferiores del mundo orgánico.
48. Había pecados cuya fascinación residía más en la memoria que en su misma realización; extraños triunfos más gratificantes para el orgullo que para las pasiones, y que daban a la inteligencia un sentimiento de alegría más vivo, superior al gozo que procuran o podrían jamás procurar a los sentidos.
49. El pasado siempre se podía aniquilar. Arrepentimiento, rechazo u olvido podían hacerlo.
50. Hasta el recuerdo de una alegría tiene su amargura, y la memoria de un placer, su dolor.
51. Era muy consciente de la esterilidad de toda especulación intelectual si se separa de la acción y de la experiencia.
52. Le producía un curioso placer la idea de que el arte, como la naturaleza, tiene sus monstruos, criaturas de forma bestial y voces odiosas.
53. (...) dejándose dominar, en otras ocasiones, por ese orgulloso individualismo que supone buena parte de la fascinación del pecado.
54. -Narborough no era perfecto -exclamó la anciana señora.
-Si lo hubiera sido, no lo hubiera usted amado, mi querida señora -fue la respuesta de lord Henry-. Las mujeres nos aman por nuestros defectos. Si tenemos los suficientes nos lo perdonan todo, incluida la inteligencia. Mucho me temo que después de esto nunca volverá usted a invitarme a cenar, lady Narborough, pero es completamente cierto.
-Claro que es cierto, lord Henry. Si las mujeres no amaran a los hombres por sus defectos, ¿dónde estarían todos ustedes? Ninguno se habría casado. Serían una colección de solteros infelices. Aunque tampoco eso los habría cambiado mucho. En los días que corren todos los hombres casados viven como solteros, y todos los solteros como casados.
55. Se dice que la pasión hace que se piense en círculos. Y, ciertamente, los labios que Dorian Gray no cesaba de morderse formaban y volvían a formar, en espantosa repetición, las sutiles palabras que se ocupaban del alma y de los sentidos, hasta encontrar en ellas la plena expresión, por así decirlo, de su estado de ánimo, y justificar así, aprobándolas intelectualmente, pasiones que sin esa justificación habrían dominado su voluntad. De célula en célula aquella idea única se apoderaba de su cerebro; y el arrebatado deseo de vivir, el más terrible de los apetitos humanos, redoblaba el vigor de cada nervio y músculo temblorosos. La fealdad que en otro tiempo le había parecido odiosa porque hacía las cosas reales, le resultaba ahora amable por esa misma razón. La fealdad era la única realidad. La trifulca vulgar, el antro repugnante, la violencia brutal de una vida desordenada, la vileza misma del ladrón y del fuera de la ley, tenían más vida, creaban una impresión de realidad más intensa que todas las elegantes formas del Arte, que las sombras soñadoras de la Canción. Eran lo que necesitaba para alcanzar el olvido.
56. Ha pasado por el fuego, y lo que el fuego no destruye, lo endurece. Ha tenido experiencias.
57. La duquesa movió la cabeza.
-Creo en la raza -exclamó.
-La raza representa el triunfo de los arribistas.
-Eso significa progreso.
-La decadencia me fascina más.
-¿Y qué dices del arte? -preguntó ella.
-Es una enfermedad.
-¿El amor?
-Una ilusión.
-¿La religión?
-El sucedáneo elegante de la fe.
-Eres un escéptico.
-¡Jamás! El escepticismo es el comienzo de la fe.
-¿Qué eres entonces?
-Definir es limitar.
-Dame una pista.
-Los hilos se rompen. Te perderías en el laberinto.
-Me confundes. Hablemos de otra cosa.
58. Hay momentos, nos dicen los psicólogos, en los que la pasión por el pecado, o por lo que el mundo llama pecado, domina hasta tal punto nuestro ser, que todas las fibras del cuerpo, al igual que las células del cerebro, no son más que instinto con espantosos impulsos. En tales momentos hombres y mujeres dejan de ser libres. Se dirigen hacia su terrible objetivo como autómatas. Pierden la capacidad de elección, y la conciencia queda aplastada o, si vive, lo hace para llenar de fascinación la rebeldía y dar encanto a la desobediencia. Cuando aquel espíritu poderoso, aquella perversa estrella de la mañana cayó del cielo, lo hizo como rebelde.
59. Bien: me lo hizo ella de nada. Todos los buenos sombreros están hechos de nada.
-Como todas las buenas reputaciones, Gladys -le interrumpió lord Henry-. Cada efecto que uno produce le crea un enemigo. Para conseguir la popularidad hay que ser mediocre.
-No en el caso de las mujeres -dijo la duquesa agitando la cabeza-; y las mujeres gobiernan el mundo. Te aseguro que no soportan a los mediocres. Nosotras las mujeres, como dice alguien, amamos con los oídos, igual que vosotros, los hombres, amáis con los ojos, si es que amáis alguna vez.
-Yo diría que no hacemos otra cosa -murmuró Dorian.
-En ese caso, señor Gray, usted nunca ama de verdad -dijo la duquesa con fingida tristeza.
-¡Mi querida Gladys! -exclamó lord Henry-. ¿Cómo puedes decir eso? El sentimiento romántico se alimenta de la repetición, y la repetición convierte un apetito en arte. Además, cada vez que se ama es la única vez que se ha amado nunca. La diversidad del objeto no altera la unicidad de la pasión. Tan sólo la intensifica. En el mejor de los casos, sólo podemos tener una experiencia en la vida, y el secreto es reproducirla con la mayor frecuencia posible.
-¿Incluso cuando se ha quedado herido por ella, Harry? -preguntó la duquesa después de una pausa.
-Sobre todo cuando uno ha quedado herido -respondió lord Henry.
La duquesa se volvió a mirar a Dorian Gray con una curiosa expresión en los ojos.
-¿Qué dice usted a eso, señor Gray? -quiso saber. Dorian vaciló un momento. Luego echó la cabeza hacia atrás y rió.
-Siempre estoy de acuerdo con Harry, duquesa.
-¿Incluso cuando se equivoca?
-Harry nunca se equivoca, duquesa.
-Y, ¿le hace feliz su filosofía?
-La felicidad no ha sido nunca mi objetivo. ¿Quién quiere felicidad? Siempre he buscado el placer.
-¿Y lo ha encontrado, señor Gray?
-Con frecuencia. Con demasiada frecuencia.
La duquesa suspiró.
-Mi objetivo es la paz -dijo-. Y si no me marcho y me visto no tendré ninguna esta noche.
60. -¿Qué dirías, Harry, si te confesara que había asesinado a Basil? -dijo el más joven. Luego se lo quedó mirando fijamente.
-Diría, mi querido amigo, que tratas de representar un papel que no te va en absoluto. Todo delito es vulgar, de la misma manera que todo lo vulgar es delito. No está en tu naturaleza, Dorian, cometer un asesinato. Siento herir tu vanidad diciéndolo, pero te aseguro que es verdad. El crimen pertenece en exclusiva a las clases bajas. No se lo censuro ni por lo más remoto. Imagino que para ellos es como el arte para nosotros, una manera de procurarse sensaciones extraordinarias.
-¿Una manera de procurarse sensaciones? ¿Crees, entonces, que una persona que una vez ha cometido un asesinato podría reincidir en el mismo delito? No me digas que eso es cierto.
-Cualquier cosa se convierte en placer si se hace con suficiente frecuencia -exclamó lord Henry, riendo-. Ése es uno de los secretos más importantes de la vida. Pero me parece, de todos modos, que el asesinato es siempre una equivocación. Nunca se debe hacer nada de lo que no se pueda hablar después de cenar.
61. -¿Estás seguro, Dorian?
-Completamente seguro.
-¡Ah! entonces tiene que ser una ilusión. Las cosas de las que uno está completamente seguro nunca son verdad. Ésa es la fatalidad de la fe y la lección de la novela y el romanticismo.
62. -No me digas que vas a ser bueno -exclamó lord Henry, sumergiendo los dedos en un cuenco de cobre rojo lleno de agua de rosas-. Eres absolutamente perfecto. Haz el favor de no cambiar.
Dorian Gray movió la cabeza.
-No, Harry, no. He hecho demasiadas cosas horribles en mi vida. No voy a hacer ninguna más. Ayer empecé con las buenas acciones.
-¿Dónde estuviste ayer?
-En el campo, Harry. Solo, en una humilde posada.
-Mi querido muchacho -dijo lord Henry sonriendo-, cualquiera puede ser bueno en el campo, donde no existen tentaciones. Ése es el motivo de que las personas que no habitan en ciudades vivan todavía en estado de barbarie. La civilización no es algo que se consiga fácilmente. Sólo hay dos maneras. O se es culto o se está corrompido. La gente del campo carece de ocasiones para ambas cosas, de manera que sólo conocen el estancamiento.
-Cultura y corrupción -repitió Dorian-. Sé algo acerca de esas dos cosas. Ahora me parece terrible que vayan alguna vez unidas. Porque tengo un nuevo ideal, Harry. Voy a cambiar. Creo que ya he cambiado.
63. El arte no tiene influencia sobre la acción. Aniquila el deseo de actuar. Es magníficamente estéril. Los libros que el mundo llama inmorales son libros que muestran al mundo su propia vergüenza. Eso es todo.
64. La tragedia de la ancianidad no es ser viejo, sino haber sido joven.
65. -¿Estás muy enamorada de él? -preguntó.
La duquesa tardó algún tiempo en contestar, contemplando, inmóvil, el paisaje.
-Me gustaría saberlo -dijo, finalmente.
Lord Henry movió la cabeza.
-Saberlo sería fatal. Es la incertidumbre lo que nos atrae, la que convierte a las cosas en algo extraordinario. Un poco de niebla mejora mucho las cosas.
-Se puede perder el camino.
-Todos los caminos llevan al mismo sitio, mi querida Gladys.
-¿Que es...?
-La desilusión.
-Fue mi debut en la vida -suspiró la duquesa.
66. Dorian, no te engañes. La vida no se gobierna ni con la voluntad ni con la intención. La vida es una cuestión de nervios, de fibras, y de células lentamente elaboradas en las que el pensamiento se esconde y la pasión tiene sus sueños. Quizá te imaginas que estás a salvo y crees que eres fuerte. Pero un cambio casual de color en una habitación o en el color del cielo matutino, un determinado perfume que te gustó en una ocasión y que te trae recuerdos sutiles, un verso de un poema olvidado con el que te tropiezas de nuevo, una cadencia de una composición musical que has dejado de tocar... Te aseguro, Dorian, que la vida depende de cosas como ésas. Browning escribe acerca de ello en algún sitio, pero nuestros propios sentidos lo inventan para nosotros.
67. Aunque quizás sólo su imaginación hubiera hecho surgir la venganza de la noche, colocando ante sus ojos las formas horribles del castigo. La vida real era caótica, pero la imaginación seguía una lógica terrible. La imaginación enviaba al remordimiento tras las huellas del pecado. La imaginación hacía que cada delito concibiera su monstruosa progenie. En el universo ordinario de los hechos no se castigaba a los malvados ni se recompensaba a los buenos. El éxito correspondía a los fuertes y el fracaso recaía sobre los débiles. Eso era todo.

68. Había algo en el aire límpido de aquella mañana de invierno, en la que flotaba el aroma de los pinos, que pareció devolverle la alegría y el ansia de vivir. Pero no sólo las condiciones exteriores habían provocado el cambio. Su propia naturaleza se rebelaba contra el exceso de angustia que había tratado de alterar, de mutilar, su serenidad perfecta. Siempre es así con temperamentos sutiles y delicados. Sus pasiones ardientes destrozan o ceden. Matan o mueren. Los sufrimientos y los amores superficiales viven largamente. A los grandes amores y sufrimientos los destruye su propia plenitud.
69. En el castigo había una purificación. En lugar de la frase «perdónanos nuestros pecados», la plegaria de los hombres a un Dios de justicia debería ser «castíganos por nuestras iniquidades».
70. ¿Qué era la juventud en el mejor de los casos? Una época de inexperiencia, de inmadurez, un tiempo de estados de ánimo pasajeros y de pensamientos morbosos.
71. ¿Era realmente cierto que uno no podía cambiar? Sentía un deseo loco de recobrar la pureza sin mancha de su adolescencia; su adolescencia rosa y blanca, como lord Henry la había llamado en una ocasión. Sabía que estaba manchado, que había llenado su espíritu de corrupción y alimentado de horrores su imaginación; que había ejercido una influencia nefasta sobre otros, y que había experimentado, al hacerlo, un júbilo incalificable; y que, de todas las vidas que se habían cruzado con la suya, había hundido en el deshonor precisamente las más bellas, las más prometedoras. Pero, ¿era todo ello irremediable? ¿No le quedaba ninguna esperanza?

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