lunes, 22 de junio de 2015

19. La Letra Escarlata - Nathaniel Hawthorne.

1. Parece, no obstante, que cuando un autor da sus páginas a la publicidad, se dirige, no a la multitud que arrojará a un lado el libro, o jamas lo tomará en las manos, sino a los muy contados que lo comprenderán mejor que la mayoría de sus condiscípulos de colegio o sus contemporáneos. Y no faltarán autores que en este punto vayan aún más lejos en ciertos detalles confidenciales que pueden interesar sólo, y exclusivamente, a un corazón único y a una inteligencia en perfecta simpatía con la suya, como si el libro impreso se lanzara al vasto mundo con la certeza que ha de tropezar con el ser que forma el complemento de la naturaleza del escritor completando el círculo de su existencia al ponerlos así en mutua comunicación. Sin embargo, no me parece decoroso, hablar de sí mismo sin reserva alguna, aún cuando se haga impersonalmente. Pero como es sabido que si el orador no se pone en completa e íntima relación con su auditorio, los pensamientos carecerán de vida y color, y la frase quedará desmayada y fría, es de perdonarse que nos imaginemos que un amigo, sin necesidad que sea muy íntimo, aunque sí benévolo y atento, está prestando oídos a nuestra plática; y entonces, desapareciendo nuestra reserva natural, merced a esta especie de intuición, podremos charlar de las cosas que nos rodean, y aun de nosotros mismos, pero siempre dejando que el recóndito Yo no se haga demasiado visible. Hasta ese extremo, y dentro de estos limites, se me alcanza que un autor puede ser autobiográfico, sin violar ciertas leyes y respetando ciertas prerrogativas del lector y aun las consideraciones debidas a su persona.
2. No deja de ser una buena lección, aunque a veces algo dura, para el que ha soñado con la fama literaria y con la idea de crearse, por medio de sus obras, un nombre respetado entre las celebridades del mundo, descubrir de buenas a primeras que, fuera del círculo estrecho en que se tiene noticia de sus méritos y presunciones, nada de lo que ha llevado a cabo, ni nada de aquello a que aspira, tiene importancia o significación alguna.
3. Mi cerebro se había convertido en un espejo empañado que no reflejaba las figuras con que trataba de poblarlo, o si lo hacía era vaga y confusamente. Los personajes de mi narración no querían entrar en calor, ni podía yo convertirlos en materia dúctil con ayuda del fuego que ardía en mi imaginación. Ni me era posible conseguir que los inflamara la llama de la pasión, ni que experimentasen la ternura de sentimientos delicados, sino que conservaban toda la rigidez de cuerpos sin vida, que fijaban en mí sus horribles miradas como si me retaran desdeñosamente. Parecía que me apostrofaban diciéndome: ¿Qué tienes tú que ver con nosotros? La escasa facultad que en un tiempo poseíste para manejar las creaciones de la fantasía, ha desaparecido. La trocaste en cambio de un poco del oro del público. Vete a ganar tu sueldo. En una palabra: las inertes criaturas, hijas de mi imaginación, me tachaban de imbecilidad, y no sin algún fundamento.
4. Mucho contribuye a la educación moral e intelectual de un hombre hallarse en contacto diario con individuos de hábitos no parecidos a los suyos, que no tienen interés alguno en sus ideas y ocupaciones, y que nos fuerzan en cierto modo a salir de nosotros mismos, para poder penetrar en la esfera en que se mueven sus pensamientos y aptitudes.
5. Me doy cuenta de que el momento en que cae la cabeza de un hombre no es precisamente el más desagradable de su vida. Sin embargo, como sucede en la mayor parte de nuestros grandes infortunios, aun ese grave acontecimiento trae aparejado consigo su remedio y su consuelo, si el que lo sufre trata de sacar provecho del accidente que le ha sobrevenido.
6. Lo más cuerdo habría sido dedicar talento e imaginación a los asuntos del día, y buscar resueltamente el verdadero e indestructible valor que yace oculto en los pequeños y enojosos incidentes y en los caracteres comunes que me eran familiares. La falta fue mía. La página de la vida abierta ante mis ojos, me pereció vulgar y fastidiosa, sólo por no haber penetrado yo mas íntimamente su significación. Allí había un libro mejor que el que jamás podré escribir, que se me iba presentando hoja tras hoja, precisamente como las llenaba la realidad de la hora fugitiva, y que se desvanecían con la misma rapidez con que habían sido escritas, porque mi inteligencia carecía de la profundidad necesaria para comprenderlas, y mi pluma de habilidad suficiente para transcribirlas. Algún día recuerde quizá unos cuantos fragmentos esparcidos por todas partes, y los reproduzca con gran provecho mío, hallando que las letras se convierten en oro en las páginas de mi libro.
7. El dinero del Gobierno tiene, bajo este concepto, una cualidad semejante a la de los pactos con el demonio: quien lo toca, tiene que andar muy listo, o de lo contrario al fin y al cabo, si no pierde su alma, como con el pacto mencionado, perderá muchas de sus mejores cualidades: la fuerza, el valor y constancia, la sinceridad, la confianza en sí mismo, y todo lo que constituye un carácter varonil.
8. Hay en nuestra naturaleza algo, que participa de lo maravilloso y de lo compasivo, que nos impide conocer toda la intensidad de lo que padecemos, merced al efecto mismo de la tortura del momento, aunque mas tarde nos demos cuenta de ello por el dolor que tras sí deja.
9. No creo que pueda hacerse mayor ultraje a la naturaleza humana, cualesquiera que sean las faltas del individuo, como impedirle que oculte el rostro por un sentimiento de vergüenza, haciendo de esa imposibilidad la esencia del castigo.
10. La escena presentaba un ingrediente de terror, como tiene que ser en la contemplación de la vergüenza de otro ser humano, si es que la comunidad no ha llegado a corromperse tanto como para sonreír en vez de temblar ante esa vergüenza.
11. La naturaleza humana, lo mismo que un árbol, no florecerá ni dará frutos si se planta y se vuelve a plantar durante una larga serie de generaciones en el mismo terreno ya cansado. Mis hijos han nacido en otros lugares, y hasta donde dependiere de mí, irán a echar raíces en terrenos distintos.
12. Aquí, se decía para sus adentros, cometí mi falta y aquí debe efectuarse mi castigo terrenal; y quizá de este modo las torturas de diaria ignominia purificarían al fin su alma, dotándola de una nueva pureza en cambio de la que había perdido, más sagrada puesto que será el resultado del martirio.
13. La juventud, por lo mismo que no ha echado aun raíces profundas, con facilidad renuncia a la vida.
14. -Los hombres buenos siempre se forman de sí propios una idea demasiado mezquina, dijo el médico.
15. Parece que consideraba esencial conocer al hombre antes de intentar curarle; porque donde quiera que existen combinados corazón e inteligencia, tienen estos cierto influjo en las enfermedades del cuerpo.
16. Cuando una multitud ignorante trata de ver las cosas con sus propios ojos, o por su cuenta y riesgo, corre grave peligro de engañarse. Sin embargo, cuando forma su juicio, como acontece comúnmente, guiada por las enseñanzas de un gran alma, las conclusiones a que llega son con frecuencia tan profundas y tan exactas, que puede decirse que poseen el carácter de verdades reveladas sobrenaturalmente.
17. Una enfermedad del cuerpo, que consideramos un todo completo en sí mismo, puede acaso no ser sino el síntoma de alguna perturbación puramente espiritual.
18. Para el hombre falso, el universo entero es falso, impalpable, y todo lo que palpa se convierte en nada. Y él mismo, mostrándose bajo un falso aspecto, se convierte en una sombra, o acaso cesa de existir.
19. Puede haber algo bueno para ti; sí, para ti solo, porque tú eres el profundamente ofendido, y tienes el privilegio de poder perdonar. ¿Quieres abandonar ese único privilegio? ¿Quieres rechazar esa ventaja de incomparable valor?
20. El odio, por medio de un procedimiento silencioso y gradual, se puede transformar hasta en amor, siempre que a ello no se opongan nuevas causas que mantengan vivo el sentimiento primero de hostilidad.
21. El crimen era para los fuertes que o pueden soportarlo en silencio, o librarse de él descargando de una vez su conciencia si encuentran el peso demasiado grave. Pero esta alma tan extremadamente débil y sensible no podía hacer ni lo uno ni lo otro, sino vacilar continuamente entre los dos extremos, enredándose cada vez más en los lazos inextricables de la agonía de un inútil arrepentimiento y de un oculto delito.
22. Es digno de notarse que las personas que se entregan a las más atrevidas especulaciones mentales, son con frecuencia también las que más tranquilamente se conforman a las leyes externas de la sociedad. El pensamiento les basta, sin que traten de convertirlo en acción.
23. Algo había desaparecido en ella, algo completamente femenino, como acontece con frecuencia cuando la mujer ha pasado por pruebas de una severidad peculiar: porque si ella es toda ternura, esto le costará la vida; y si sobreviviere a estas pruebas, entonces esa ternura o tiene que extinguirse por completo, o reconcentrarse tan hondamente en el corazón , que jamás se podrá mostrar de nuevo. Tal vez esto último sea los más exacto. La que una vez fue una verdadera mujer, y ha cesado de serlo, puede a cada instante recobrar sus atributos femeninos, si solamente viene el toque mágico que efectúe la transfiguración.
24. La tendencia a la especulación, aunque puede verter la calma en el espíritu de la mujer, como sucede con el hombre, la vuelve sin embargo triste, pues acaso ve ante sí una tarea irrealizable. Primeramente, todo el edificio social tiene que derribarse, y reconstruirse todo de nuevo; luego, la naturaleza del hombre tiene que modificarse esencialmente antes de permitírsele a la mujer que ocupe lo que parece ser una posición justa y adecuada; y, finalmente, aun después de allanadas todas las otras dificultades, la mujer no podrá aprovecharse de todas estas reformas preliminares hasta que ella misma haya experimentado un cambio radical, en el cual, quizá, la esencia etérea, que constituye el alma verdaderamente femenina, se habría evaporado por completo. Una mujer nunca resuelve estos problemas con el mero uso de pensamiento: son irresolubles, o solamente pueden resolverse de una manera.
25. Deja estos restos del naufragio y estas ruinas aquí, en el lugar donde aconteció. Echa todo eso a un lado. Comiénzalo todo de nuevo. ¿Has agotado por ventura todas las posibilidades de acción en el fracaso de una sola prueba? De ningún modo. El futuro está aun lleno de otras pruebas, y finalmente de buen éxito. ¡Hay aún felicidad que disfrutar! ¡Hay mucho bien que hacer! Cambia esta vida falsa que llevas por una de sinceridad y de verdad. Si tu espíritu te inclina a esa vocación (...) Predica: escribe: sé hombre de acción. Haz cualquier cosa, excepto echarte al suelo y dejarte morir. (...) ¿Por qué has de soportar un solo día mas los tormentos que de tal modo han devorado tu existencia, que te han hecho débil para la voluntad y para la acción, y que hasta te privarán de las fuerzas para arrepentirte? Ánimo; arriba, y adelante.
26. Si yo fuera ateo, si fuera un hombre desprovisto de conciencia, un miserable con instintos groseros y brutales, ya habría hallado la paz hace tiempo: mejor dicho, nunca la habría perdido. Pero tal como es el alma mía, cualquiera que fuese la capacidad que originalmente pudiera existir en mí para el bien, todos los dones de Dios, los más selectos y escogidos, se han convertido en otros tantos motivos de tortura espiritual. ¡Ester, yo soy inmensamente infeliz!
27. Y dígase también la siguiente y amarga verdad: la brecha que el delito ha abierto una vez en el alma humana, jamás queda completamente cerrada mientras conservamos nuestra condición mortal. Tiene que vigilarse y guardarse, para que el enemigo no penetre de nuevo en la fortaleza, y escoja quizá otros medios de entrar que los empleados antes. Pero siempre está allí el muro abierto, y junto a él el enemigo artificioso que, con cautela y a hurtadillas, trata de obtener de nuevo una victoria más completa.
28. El amor, ya brote por vez primera, o surja de cenizas casi apagadas, siempre tiene que crear un rayo de sol que llena el corazón de esplendores tales, que se esparcen en todo el mundo interior. Si la selva hubiera conservado aún su triste oscuridad, habría parecido sin embargo brillante a los ojos de Ester, y brillante igualmente a los de Arturo Dimmesdale.
29. Ningún hombre puede llevar por mucho tiempo, por decirlo así, dos rostros: uno en público y otro frente a frente de su conciencia, sin que al fin llegue a no saber cuál es el verdadero.
30. Los hombres de inteligencia poco común, que han llegado a adquirir cierta condición mórbida, poseen a veces esta facultad de hacer un esfuerzo poderoso en el cual invierten la fuerza vital de muchos días, para permanecer después como agotados durante mucho tiempo.
31. ¡Sé sincero! ¡Sé sincero! ¡Sé sincero! ¡Muestra al mundo, sin ambages, si no lo peor de tu naturaleza, por lo menos algún rasgo del que se pueda inferir lo peor!
32. Es asunto digno de investigarse saber hasta qué punto el odio y el amor vienen a ser en realidad la misma cosa. Cada uno de estos sentimientos, en su más completo desarrollo, presupone un profundo e intimo conocimiento del corazón humano; también cada uno de estos sentimientos presupone que un individuo depende de otro para la satisfacción de sus afectos y de su vida espiritual; cada una de esas sensaciones deja en el desamparo y la desolación al amante apasionado o al aborrecedor no menos apasionado, desde el momento en que desaparece el objeto del odio o del amor. Por lo tanto, considerados filosóficamente los dos sentimientos que hablamos, vienen a ser en su esencia uno mismo, excepto que el amor se contempla a la luz de un esplendor celestial, y el odio al reflejo de sombría y lúgubre llamarada.

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