domingo, 21 de junio de 2015

17. Canción de Hielo y Fuego - Choque de Reyes - George R. Martín.

1. «Qué tontería. —Se apoyó en la barandilla, vio el mar batir abajo y sintió la piedra negra, dura y áspera bajo los dedos—. Gárgolas que hablan y profecías en el cielo. Soy un viejo idiota que empieza a pensar como un niño.» ¿Acaso toda la sabiduría ganada con tanto trabajo a lo largo de una vida lo estaba abandonando, igual que la salud y las fuerzas? Era un maestre, había aprendido en la gran Ciudadela de Antigua, allí había obtenido su cadena. ¿A qué se veía reducido si las supersticiones lo dominaban como a cualquier campesino ignorante?
2. —Por supuesto, por supuesto —respondió Cressen. Nunca había podido negarle nada. Ya se le habían negado demasiadas cosas en su breve vida. Se llamaba Shireen. Cumpliría diez años en su siguiente día del nombre, y era la niña más triste que el maestre Cressen había conocido jamás. «Su tristeza es mi vergüenza —pensó el anciano—, otra prueba de mi fracaso.»—.
3. Pylos era un joven muy educado, no tendría más allá de veinticinco años, pero su solemnidad correspondía más bien a un hombre de sesenta. Sólo le faltaba tener más humor, más vida. Eso era lo que más escaseaba en aquel lugar. En los lugares sombríos se necesita un toque de ligereza, no de solemnidad.
4. Sus ojos eran como heridas abiertas bajo unas cejas gruesas, tan azules y oscuros como el mar en la noche. Su boca habría sido la desesperación del más gracioso de los bufones; era una boca creada para los bufidos, las reprimendas y las órdenes cortantes, de labios finos y músculos tensos, una boca que había olvidado cómo sonreír y nunca había sabido abrirse en una carcajada. En ocasiones, cuando todo estaba tranquilo y silencioso en medio de la noche, al maestre Cressen le parecía que podía oír a Lord Stannis chirriando los dientes al otro lado del castillo.
5. —El eunuco se frotó las manos empolvadas—. ¿Os dejo con un acertijo, Lord Tyrion? —No esperó la respuesta—. En una habitación hay tres hombres de gran importancia, un rey, un sacerdote y un rico. Frente a ellos se encuentra de pie un mercenario, un hombre sin importancia de baja cuna y mente poco aguda. Cada uno de los grandes quiere que mate a los demás.
»—Mátalos —dice el rey—, porque soy tu legítimo gobernante.
»—Mátalos —dice el sacerdote—, te lo ordeno en nombre de los dioses.
»—Mátalos —dice el rico—, y todo este oro será tuyo.
»Y decidme... ¿quién vive y quién muere?
El eunuco hizo una profunda reverencia y salió de la sala común arrastrando los pies calzados con zapatillas blandas. Chella dejó escapar un bufido, y el hermoso rostro de Shae se frunció en una mueca.
—El que vive es el rico, ¿verdad?
—Puede que sí. —Tyrion, pensativo, bebió un sorbo de vino—. O puede que no. Creo que depende del mercenario."
(...) Decidme, ¿habéis tenido tiempo de meditar sobre el acertijo que os planteé hace unos días en la posada? —Le he dado algunas vueltas —reconoció Tyrion—. El rey, el sacerdote, el hombre rico... ¿quién vive y quién muere? ¿A quién obedecerá el espadachín? Es un acertijo sin respuesta; mejor dicho, con demasiadas respuestas. Todo depende decómo sea el hombre de la espada.
—Pero, en realidad, el hombre de la espada no es nadie —señaló Varys—. No tiene corona, ni oro, ni el favor de los dioses, sólo un trozo deacero afilado.
—Ese trozo de acero es el poder de la vida y la muerte.
—Exacto. Pero, si en realidad quien nos gobierna es el hombre dearmas, ¿por qué
fingimos que son nuestros reyes los que ostentan el poder?
—Porque esos niños reyes y esos idiotas borrachos pueden llamar a otros hombres
fuertes, con otras espadas.
—Entonces serían esos otros guerreros los que en realidad tendrían el poder. ¿O
no? ¿De dónde salen sus espadas? ¿Por qué obedecen? —Varys sonrió—. Hay quien
dice que el conocimiento es poder. Hay quien dice que el poder deriva delos dioses.
Otros dicen que el poder lo da la ley. Pero aquel día, en los peldaños del Sept de Baelor,
nuestro piadoso Septon Supremo, la legítima reina regente y vuestro seguro servidor,
con todos sus conocimientos, estuvieron tan impotentes como cualquier zapatero
remendón de la multitud. ¿Quién mató en realidad a Eddard Stark, vos qué pensáis?
¿Joffrey, que dio la orden? ¿Ser Ilyn Payne, que blandió la espada? ¿O bien... otra
persona?
—¿Vais a decirme la respuesta del maldito acertijo, o sólo queréis empeorarme esta jaqueca? —Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado.
De acuerdo —dijo Varys sonriendo de nuevo—, ahí va: el poder reside donde
los hombres creen que reside. Ni más ni menos.
—Entonces, ¿el poder es una farsa?
—Una sombra en la pared —murmuró Varys—. Pero las sombras pueden matar.
Y a veces un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande.
6. —Ahí debe de hacer mucho viento —señaló la hija del capitán.
—Viento, frío y humedad. —Theon se echó a reír—. Lo cierto es que es un lugar mísero y duro... pero, como me dijo mi padre en cierta ocasión,de los lugares duros nacen los hombres duros, y los hombres duros dominan el mundo.
7. Haz que tu siervo Theon vuelva a nacer del mar, como tú naciste —entonó Aeron Greyjoy—. Bendícelo con la sal, bendícelo con la piedra, bendícelo con el acero. ¿Todavía recuerdas qué había que decir, sobrino?
—Lo que está muerto nunca puede morir —rememoró Theon.
—Lo que está muerto nunca puede morir —repitió su tío—, sino que se alza de nuevo, más duro y más fuerte. Levántate.
8. -¿Y qué me dices de ti, tío? —preguntó Theon—. Cuando se me llevaron de Pyke no eras sacerdote. Te recuerdo cantando las viejas canciones de saqueo, de pie en la mesa y con un cuerno de cerveza en una mano.
—Era joven, vacuo y vanidoso —respondió Aeron Greyjoy—. Pero el mar lavó mi locura y se llevó mi vanidad. El hombre se ahogó, sobrino. Sus pulmones se llenaron de agua marina, y los peces se comieron las escamas que le cubrían los ojos. Cuando me levanté de nuevo, lo vi todo con claridad.
9. —Sí, sí —se impacientó Cersei—. Pero antes tenemos que impedir que esta
basura se siga extendiendo. El Consejo debe promulgar un edicto. A cualquiera que
hable de incesto o diga que Joff es un bastardo se le cortará la lengua.
—Una estupidez —suspiró Tyrion—. Si le cortas la lengua a un hombre no
demuestras que estuviera mintiendo, demuestras que no quieres que el mundo oiga lo
que pueda decir.
—¿Y qué sugieres que hagamos? —exigió saber su hermana.
—Bien poca cosa. Deja que hablen lo que quieran, no tardarán en aburrirse.
—Alteza, vuestro hermano tiene razón. —Petyr Baelish juntó las yemasde los
dedos—. Si tratamos de acallar esos rumores no haremos más que darles verosimilitud.
Es mejor tratarlos con desprecio, como la mentira patética que son.

10. Cuanto más estrafalaria y extravagante sea una historia, más probable es que la gente la repita una y otra vez, lo digo por experiencia.
11. Las mejores mentiras son las que contienen una chispa de verdad, la justa para que los
que las oigan se paren a pensar un momento.

12. Se fijó en los transeúntes que lo miraban, y se embarcó en el pequeño juego mental de tratar de distinguir a los informadores de los demás. «Seguro que los más sospechosos son inocentes —decidió—. Tengo que cuidarme de los que parecen inocentes.
13. —A mí también me llaman Mediohombre, pero creo que los dioses han sido más
bondadosos conmigo. Soy pequeño, tengo las piernas torcidas, las mujeres no me miran
con deseo... Pero sigo siendo un hombre. Shae no es la primera que honra mi lecho, y
algún día tomaré esposa y tendré un hijo. Si los dioses siguen siendo generosos, tendrá
la apariencia de su tío y el cerebro de su padre. Vos no tenéis una esperanza así que os
sustente. Los enanos somos una burla de los dioses... pero son los hombres quienes
hacen a los eunucos. ¿Quién os mutiló, Varys? ¿Cuándo, y por qué? ¿Quién sois en
realidad?
14. -Dile a mi hermana que me reuniré con ella cuando vuelva.
—No le va a hacer gracia —le advirtió Bronn.
—Mejor. Cuanto más haga esperar a Cersei, más furiosa se pondrá, y la furia la vuelve idiota. La prefiero furiosa e idiota a serena y astuta.
15. Así era la guerra. A los plebeyos los masacraban mientras que a los denoble cuna los retenían para pedir rescate.
16. —Sí, mi señor —confesó Jon—. Preferiría no deciros cuál. Estaba asustada y quería ayuda.
—El mundo está lleno de gente que quiere ayuda, Jon. Ojalá algunas deesas
personas juntaran el valor necesario para ayudarse a sí mismas.
17. Puede que ahí resida el secreto. No se trata de qué hacemos, sino depor qué lo hacemos.» En cierto modo, aquel pensamiento lo reconfortó.
18. Aquel día había logrado una gran victoria, más grande aún porque no había necesitado derramamiento de sangre.
19. Tengo madera para ser un gran rey, fuerte y generoso a la vez, inteligente, justo, diligente, leal a mis amigos y terrible para mis enemigos, pero capaz de perdonar, paciente...
—¿Modesto? —sugirió Catelyn.
—Tenéis que permitir que un rey tenga algunos defectos, mi señora —dijo Renly riéndose.
20. —Hemos vencido —le gritó desde arriba—. Y aun así no sonríes, muchacho. Los vivos deberían sonreír, porque los muertos no pueden.
21. —Debéis salir de esta ciudad cuanto antes, Daenerys Targaryen, o no os dejarán salir jamás.
—¿Y a dónde queréis que vaya? —preguntó Dany. Sentía un cosquilleo en la muñeca, allí donde Quaithe la había tocado.
—Para ir al norte tenéis que viajar hacia el sur. Para llegar al oeste debéis ir hacia el este. Para adelantaros tendréis que retroceder, y para tocar la luz debéis pasar bajo la sombra.
«Asshai —pensó Dany—. Quiere que viaje a Asshai.»
—¿Los asshai'i me darán un ejército? —quiso saber—. ¿Conseguiré oro en Asshai? ¿Conseguiré barcos? ¿Qué encontraré en Asshai que no pueda encontrar en Qarth?
—La verdad —respondió la mujer de la máscara.
Hizo una reverencia y volvió a perderse entre la multitud. Rakharo hizo una mueca de desprecio bajo el largo mostacho negro.
—Khaleesi, más vale comer escorpiones vivos que confiar en el engendrode las sombras, que no se atreve a mostrar su rostro al sol. Todo el mundo lo sabe.
—Todo el mundo lo sabe —asintió Aggo.
Xaro Xhoan Daxos había presenciado toda la conversación recostado entre los cojines.
—Vuestros salvajes son más sabios de lo que ellos mismos imaginan —dijo
cuando Dany volvió a subir al palanquín—. Las verdades que tienen los asshai'i no dibujarán una sonrisa en vuestros labios. —Acto seguido le puso otra copa de vino en la mano, y durante el resto del trayecto hasta su palacio no dejó de hablarde amor, de lujuria y de otras nimiedades.
22. Nada une más un reino desmembrado que ver un ejército invasor en su territorio.
23. Aunque en una cosa te equivocas, Davos. Sí es necesario tomar la fortaleza. Si dejo a mis espaldas Bastión de Tormentas sin tomarlo, se dirá que he sufrido una derrota. Y no lo puedo permitir. Los hombres no me aman como amaban a mis hermanos. Me siguen porque me tienen miedo... y la derrota acabaría con el miedo. El castillo debe caer. —Le rechinaron los dientes—. Sí, y deprisa.
24. ¿Por qué no? Si la mujer ha visto dos futuros, pues... no es posible que los dos sean ciertos.
—Ahí te equivocas, Caballero de la Cebolla —replicó el rey Stannis apuntándole con un dedo—. Hay luces que proyectan más de una sombra. Mira las hogueras en la noche y lo comprobarás. Las llamas danzan y se mueven, nunca se están quietas. Las sombras crecen y menguan, cada hombre proyecta una docena. Unas son más tenues; otras, más oscuras. Pues bien, los hombres también proyectan sombras hacia el futuro. Una sombra o muchas.
25. —Huelo miedo en vos, ser caballero —dijo la mujer roja en voz baja.
—Alguien me dijo en cierta ocasión que la noche es oscura y alberga cosas aterradoras.
Melisandre se echó a reír.
—¿De qué tenéis miedo? ¿De mí o de lo que hacemos?
—De lo que vos hacéis. No quiero tomar parte en esto.
—Vuestra mano izó la vela. Vuestra mano sostiene la caña del timón. ¿Sois un buen hombre, Davos Seaworth? —preguntó.
«¿Un buen hombre estaría haciendo esto?»
—Soy un hombre —dijo—. Trato bien a mi esposa, pero he conocido a otras mujeres. He intentado ser buen padre para mis hijos, ayudarlos a encontrar su lugar en este mundo. Sí, he violado leyes, pero hasta esta noche nunca me había sentido malvado. Diría que soy una mezcla, mi señora. De bien y de mal.
—Un hombre gris —dijo ella—. Ni blanco ni negro, sino ambas cosas a la vez. ¿Eso sois, Ser Davos?
—¿Y qué si lo fuera? Me parece que la mayor parte de los hombres son grises.
—Si media cebolla está podrida, la cebolla está podrida. Un hombre es bueno o malo.
—Habláis de hombres y de cebollas —dijo Davos a Melisandre—. ¿Y qué pasa con las mujeres? ¿A ellas no se les aplica lo mismo? ¿Vos qué sois, mi señora, buena o mala?
La pregunta la hizo reír.
—Buena, claro está. Yo también soy una especie de caballero, mi buen ser. Una campeona de la luz y la vida. Melisandre rió de nuevo. —Estáis perdido en la oscuridad y la confusión, Ser Davos.
—Por suerte para nosotros. —Davos hizo un gesto en dirección a las luces lejanas que parpadeaban sobre las murallas de Bastión de Tormentas—. ¿No notáis lo frío que es el viento? Los vigías estarán concentrados en torno a esas antorchas. En noches como ésta se agradece un poco de calor y de luz. Pero esa misma luz los deslumbra, de modo que no nos verán pasar. —«O eso espero»—. El dios de la oscuridad nos protege, mi señora. Incluso a vos.
—No pronunciéis ese nombre, ser, o atraeréis su ojo negro sobre nosotros. —Las llamas de los ojos de la mujer parecieron avivarse al oír aquello—. Os aseguro que no protege a hombre alguno. Es enemigo de todo lo que vive. Vos mismo lo habéis dicho, lo que nos oculta son las antorchas. El fuego. El brillante don del Señor de la Luz.
—Como queráis.
—Decid mejor como Él quiera.
26. —¿Quién os llevó hasta Renly? —preguntó Davos mientras sacaba los remos y los metía en las aguas negras.
—No fue necesario —dijo—. Estaba desprotegido. Pero aquí... Bastión de Tormentas es un lugar antiguo. Hay hechizos que impregnan las piedras, muros negros que una sombra no puede atravesar. Son viejos, todos los han olvidado, pero ahí siguen.
—¿Una sombra? —A Davos se le puso la carne de gallina—. Una sombra es algo oscuro.
—Sois más ignorante que un chiquillo, ser caballero. En la oscuridad no hay sombras. Las sombras son sirvientas de la luz, hijas del fuego. La llama más brillante es la que proyecta las sombras más oscuras.
27. «El enemigo al que no se ve es siempre el más temible.»
28. —Es verdad. ¿Cómo lo has reconocido? Yo no había caído.
—Sigue siendo él —contestó Shae encogiéndose de hombros—, sólo se ha cambiado de ropa.
De ropa, de aspecto, de olor, de manera de andar... —dijo Tyrion—. Habría engañado a casi cualquier hombre.
—Y probablemente a casi cualquier mujer. Pero no a una puta. Las putas aprendemos a ver a los hombres, no sus atuendos, si no queremos acabar muertas en un callejón.
29. «Los dioses me ayuden, ¿por qué le he contado lo de Tysha?», se preguntó. De repente tenía mucho miedo. Había secretos que no se debían confesar jamás, había vergüenzas que un hombre tenía que llevarse a la tumba. ¿Qué quería de ella cuando se lo dijo, que lo perdonara? Y la mirada que Shae le dirigió, ¿qué significaba?
30. «Osmynd, mi padre, el tío Brynden, el anciano maestre Kym... Siempre parecían saberlo todo, pero ahora sólo quedo yo, y por lo visto no sé nada, ni siquiera cuál es mi deber. ¿Cómo puedo cumplir con mi deber si no sé en qué consiste?»
31. —Luchar es mejor que quedarse aquí esperando —dijo Brienne—. Cuando se lucha no se siente tanta impotencia.
32. —Lord Stannis no es ningún cobarde.
—Tampoco es tan hombre como lo fue su hermano. Robert nunca había dejado que una minucia como un río lo detuviera.
—¿Qué haréis vos cuando lo cruce?
—Luchar. Matar. Puede que morir.
—¿Y no tenéis miedo? Puede que los dioses os envíen a un infierno espantoso por todo el mal que habéis hecho.
—¿Qué mal? —Se echó a reír—. ¿Qué dioses?
—Los dioses que nos hicieron a todos.
—¿A todos? —se burló—. Dime, pajarito, ¿qué clase de dioses hacen a un monstruo como el Gnomo, o a una retrasada como la hija de Lady Tanda? Si hay dioses, hicieron a las ovejas para que los lobos pudieran comer carne, y también hicieron a los débiles para que los fuertes jugaran con ellos.
—Los verdaderos caballeros protegen a los débiles.
—No hay verdaderos caballeros —soltó el Perro con un bufido—, igual que no hay dioses. Si no puedes protegerte a ti misma, muérete y apártate del camino de los que sí pueden. Este mundo lo rige el acero afilado y los brazos fuertes, no creas a quien te diga lo contrario.
—Sois odioso. —Sansa retrocedió un paso.
—Soy sincero. Es el mundo el que es odioso. Venga, pajarito, vete volando. Ya estoy harto de que me mires.
-«Sí que hay dioses —se dijo—, y también hay verdaderos caballeros. Es imposible que todas las historias sean mentira.»
33. —Me asusté al ver tanta sangre —dijo Sansa con la cabeza agachada.
—La sangre es el sello de tu feminidad. Lady Catelyn debería haberte preparado. Has tenido tu primer florecimiento, nada más.
—Mi señora madre me había hablado de esto, pero... —Sansa jamás se había sentido menos florecida—. Pero creía que sería de otra manera.
—¿Cómo?
—No sé. Menos... menos sucio y más mágico.
La reina Cersei se echó a reír.
—Pues espera a dar a luz a un niño, Sansa. La vida de una mujer es nueve partes suciedad por cada parte de magia, no tardarás en darte cuenta... y a menudo la parte que parece magia es la más sucia detodas.
34. -Robert quería ser amado. Mi hermano Tyrion padece la misma enfermedad. ¿Tú quieres ser amada, Sansa?
—Todo el mundo quiere ser amado.
—Por lo que veo el florecimiento no te ha hecho más avispada —dijo Cersei—. Permíteme que comparta contigo, en este día tan especial, un poco de sabiduría femenina, Sansa. El amor es un veneno. Un veneno dulce, sí, pero un veneno que mata.
35. —Nunca me has caído bien, Cersei, pero eras mi hermana, de modo que jamás te hice daño alguno. Tú has puesto fin a eso. Esto me lo vas a pagar. Todavía no sé cómo, pero dame tiempo, ya se me ocurrirá algo. Llegará un día en el que te sientas segura y feliz, y de repente tu alegría se te convertirá en cenizas en la boca, y ese día sabrás que la deuda ha quedado saldada.
Su padre le había dicho en cierta ocasión que, en la guerra, la batalla termina en el momento en que un ejército se dispersa y huye. No importa si es tan numeroso como un instante antes ni que sigan teniendo armas y armaduras: una vez han huido de ti, no volverán a plantarte cara. Así sucedió con Cersei. —¡Fuera de aquí! —fue toda la respuesta que se le ocurrió—. ¡Fuera de mi vista!
36. «Me he convertido en una mujer amargada —pensó Catelyn—. No disfruto de la comida ni de la bebida; las canciones y las risas me son tan ajenas que desconfío de ellas. Vivo en la tristeza y en la añoranza perpetua. Donde antes tenía el corazón, ahora solamente hay un lugar vacío.» (…)
No había tenido intención de contárselo a Brienne. No lo sabía nadie más que ella y el maestre Vyman, y había planeado mantenerlo en secreto hasta... hasta...
«¿Hasta qué? Estúpida, ¿acaso será menos cierto si no se lo dices a nadie? Si no lo cuentas, si no hablas de ello, ¿se convertirá en un simple sueño, menos que eso, en una pesadilla apenas recordada? Ah, ojalá fueran tan misericordiosos los dioses...»
37. —¿Por qué voy a deciros nada?
—Para salvar la vida.
—¿Creéis que temo a la muerte? —La noción por lo visto le resultaba muy divertida.
—Deberíais temerla. Si los dioses son justos, vuestros crímenes os han ganado un lugar de tormento en el más profundo de los siete infiernos.
—¿A qué dioses os referís, Lady Catelyn? ¿Los árboles a los que rezaba vuestro esposo? ¿De qué le sirvieron, cuando mi hermana le cortó la cabeza? —Jaime dejó escapar una risita—. Si hay dioses, ¿por qué el mundo está tan lleno de dolor e injusticia?
—Por culpa de los hombres como vos.
—No hay hombres como yo. Soy único.
38. —¿Diréis la verdad?
—Ah, ¿queréis oír la verdad? Tened cuidado, mi señora. Tyrion dice que los hombres siempre aseguran estar hambrientos de verdad, pero que cuando se la sirven, pocos encuentran su sabor agradable.
39. —¿Cómo es posible que os sigáis considerando un caballero, despuésde haber
violado todos los votos y juramentos?
—Tantos votos... —Jaime cogió la jarra para volver a llenarse la copa—. Te obligan a jurar, y a jurar... Defenderás al rey. Obedecerás al rey. Guardarás los secretos del rey. Harás su voluntad. Darás la vida por él. Pero obedecerás a tu padre. Amarás a tu hermana. Protegerás al inocente. Defenderás al débil. Respetarás a los dioses. Obedecerás las leyes. Es demasiado. No importa qué se haga, siempre se viola un juramento u otro.
40. «Esto es una locura —pensó—, pero prefiero la locura a la derrota. Porque la derrota lleva también a la muerte.»
41. —En cierta ocasión Jaime me dijo que sólo se siente vivo de verdad en la batalla y en la cama. —Cogió la copa y bebió un trago generoso. No había probado la ensalada—. Yo preferiría enfrentarme a todas las espadas del mundo a estar aquí como estoy, sentada, impotente, y además teniendo que fingir que disfruto de la compañía de esta bandadade gallinas asustadas. (…)
42. No seas idiota. Las lágrimas no son la única arma de la mujer. Tienes otra entre las piernas, y más vale que aprendas a usarla. Ya verás cómo los hombres utilizan a menudo sus espadas. Los dos tipos de espadas.
(…) Ésta es otra lección que tienes que aprender si esperas sentarte algún día al lado de mi hijo. En noches como ésta, si eres buena, las traiciones brotarán a tu alrededor como setas después de la lluvia. La única manera de conservar la lealtad de tu pueblo es hacer que te teman más de lo que temen al enemigo.

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